Algunos sostienen que el desenlace lo golpeó y que le cuesta recuperarse. Otros, que se trata de una estrategia: agachar la cabeza hasta que pase el vendaval. Como fuere, lo cierto es que el hombre que siempre ríe, desde que regresó a Tucumán, ya no lo hace con tanta naturalidad.
Muchas cosas cambiaron para que el rostro de Juan Manzur se mantuviera tieso desde febrero a esta parte. La repentina decisión de Alberto Fernández de “devolver” al gobernador a los tucumanos fue un golpe que el mandatario tardó en digerir. Por más que en su cabeza siempre haya estado presente la idea del regreso para hacer campaña, la circunstancia y el momento no fueron los que imaginaba.
Fue en aquella siesta del 7 de febrero cuando el Presidente sorprendió desde un escenario en esta provincia a Manzur con un telegrama sin preaviso. Finalmente, aquella devolución se concretó en tiempo récord: apenas una semana después el ex ministro de Salud reasumía al frente del Poder Ejecutivo con un acto rimbombante. Casualmente, el último de impacto nacional que concretó. Aquel 16 de febrero, también desde un escenario, Manzur se rodeó de gobernadores y de su amigo en el gabinete nacional, Eduardo “Wado” De Pedro. Sin nombrarlo, le envió un mensaje claro a su ex jefe político: el ministro del Interior venía también de una semana a puro grito público contra Alberto Fernández.
Desde entonces, la presencia nacional del tucumano se cortó abruptamente. Y a partir de allí comienzan las especulaciones. El impacto de haber armado las valijas para abandonar la Jefatura de Gabinete se sintetiza en un par de datos: Manzur no volvió a pisar la Casa Rosada desde entonces y sus viajes a Buenos Aires fueron limitadísimos en estos casi tres meses. Tampoco desfilaron por esta provincia funcionarios de primera línea nacional y, aquellos de segunda y tercera línea que lo hicieron, pasaron casi desapercibidos. En el medio, se paralizó casi por completo la firma de convenios entre la Nación y la Provincia y se redujo el flujo de fondos para obras públicas, un poco por la crisis económica general y otro poco por el cisma político en el oficialismo.
Esta semana, por caso, el tucumano no asistió a la presentación ante de “Wado” de sus pares del Norte Grande, espacio del que siempre hizo gala, en la sede porteña del Consejo Federal de Inversiones. Tampoco asistió a la reunión del consejo nacional del Partido Justicialista que se hizo ayer. No tenía pensado asistir cuando partió la convocatoria ni cambió de opinión después de que Alberto Fernández se bajara de la utopía reeleccionista.
¿Por qué un hombre acostumbrado a la exposición optaría por pasar al ostracismo? Como en aquellos años dramáticos de pandemia, Manzur adoptó un aislamiento preventivo. Los analistas a los que escucha le sugirieron desalbertizarse rápidamente y esperar, agazapado, una nueva chance. O al menos no sacar la cabeza hasta que pase el temporal. Hoy la tormenta en el oficialismo parece transitar su pico, aunque siempre hay margen para una nueva escalada. En este tiempo, Manzur mantuvo diálogo frecuente con “Wado”, con miembros de la CGT y con empresarios. A pesar de su estilo poco confrontativo y protocolar, no puede ocultar su fastidio con Sergio Massa, a quien responsabiliza por buena parte de su suerte en la Nación y de la debacle última del Frente de Todos.
Su obsesión de estas semanas está centrada en San Miguel de Tucumán. Manzur es consciente de que un buen triunfo en la provincia no le bastará para volver a los primeros planos. Pero, fundamentalmente, tampoco le alcanzará para sostener el poder más allá del 14 de mayo. Si la victoria se concreta, Osvaldo Jaldo iniciará indefectiblemente un proceso de liderazgo que no incluye a su hoy compañero de fórmula. En cambio, si además de afincarse en la presidencia de la Legislatura consigue arrebatarle la Municipalidad capitalina a Juntos por el Cambio, Manzur gozaría de un interesante bloque de contrapoder al jaldismo.
Hay una certeza. Si el gobernador pretende recuperar vuelo nacional, primero debe sostener el dominio local. Y Rossana Chahla, al menos eso es lo que siente, puede devolverle con un triunfo en San Miguel de Tucumán esa posibilidad. Por dos factores: porque implicará una sombra de la que Jaldo debería estar atento con vistas a 2027; y porque significaría haberle propinado una derrota a Juntos por el Cambio que sí tendría repercusión fuera de Tucumán.
Subestimar la rapidez con la que el poder pasa de una mano a otra sería cometer un grave error. Manzur viene de sufrir esa sensación tras su desplazamiento de la Jefatura de Gabinete y de convivir con ese sentimiento en este proceso electoral. El armado de las listas legislativas fue todo un curso acelerado para el gobernador. Pretendió meter mano para fortalecer sus espacios y se topó con negativas que nunca hubiese imaginado. El de los primos Juri es un caso emblemático. Fernando Juri se sumó a la lista más jaldista, pese a los pedidos expresos del gobernador de que se postulara por la nómina oficial que lidera Pablo Yedlin. Y Fernando Juri Debo, por quien Manzur y Jaldo comenzaron aquella ruptura de 2021 con la excusa de la Defensoría del Pueblo, también se integró al acople Tucumán para la Victoria. Incluso, Juri Debo pegó un portazo hace unos días a su cargo en el CFI, enojado con Manzur. Una muestra inobjetable de que el poder es tan fugaz como un sueño. Sobre todo, en política.
Aunque no se lo escuche pronunciar palabra, la cuestión judicial sí preocupa al mandatario y a su entorno. En particular, ante la posibilidad de que prospere alguno de los planteos formulados por Germán Alfaro para frenar su postulación como vicegobernador. En las últimas semanas tuvo emisarios en Buenos Aires para tratar de sondear el ánimo de los vocales de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Y lo propio hicieron referentes de Juntos por el Cambio mediante operadores del macrismo, ansiosos por saber qué resolverá el máximo tribunal sobre el caso tucumano. Las definiciones, en caso de que las haya, no deberían dilatarse mucho más: el lunes al mediodía cada partido debe presentar los modelos de voto ante la Junta Electoral Provincial.
A Jaldo no le preocupa tanto que la Corte frene a Manzur, pero sí lo aterra la posibilidad de que haga lugar al pedido de suspensión de las elecciones. En el primer caso, entiende que el sacudón se puede superar rápidamente y sin heridas profundas con la elección por parte del gobernador de un reemplazante en la fórmula. ¿Chahla? Negativo, necesitan que traccione votos en la Capital. Sergio Mansilla es un nombre que suena siempre cuando se producen estos huecos: tiene la capacidad de amoldarse a cada circunstancia con una rapidez envidiable.
Pero al tranqueño sí le aflige que haya una postergación de la cita a las urnas. Es lógico; en ese caso, los comicios deberían volver a concretarse en agosto, plazo máximo que prevé la Constitución tucumana. Muy lejos en el tiempo para una gestión que debe gobernar en medio de una crisis general en lo político, lo económico y lo social. Y casualmente muy pegado a las Primarias nacionales, con lo cual el arrastre de la debacle oficialista en el país podría afectarlo directamente. Es el escenario más temido por el vicegobernador y el más apetecible para la oposición.